Diarios de una Coach

Cuando la chispa titila

Hay días en que siento que mi luz se vuelve tenue,
como un faro que parpadea en la niebla.
Camino queriendo avanzar,
pero mis pasos se disuelven antes de llegar.

Es en esos instantes que la vida me susurra:
"Detente, obsérvate, acompáñate."
Desde la mirada del coaching ontológico,
cada emoción que surge es un maestro silencioso.
El cansancio, la duda, la tristeza:
no son enemigos, sino señales
de lo que pide ser escuchado.

Me detengo y pregunto:

¿Qué parte de mí necesita atención hoy?

¿Qué puedo soltar para volver a sentir fuerza?

¿Cómo puedo sostenerme con cuidado y presencia?


Respiro.
Escucho mi cuerpo, mi mente, mi alma.
No hay exigencia, solo presencia.

Cada pausa se convierte en semilla.
Cada gesto de cuidado es un hilo que me reconecta
con mi luz, con mi fuerza, con mi tiempo.

Y así descubro que no necesito encender todo de golpe,
que puedo avanzar a mi ritmo,
acompañando la chispa que titila,
hasta que brille plena otra vez.

Porque el acto más valiente no es forzarme a brillar,
sino estar conmigo
cuando apenas parpadeo.

Aquí te dejo un pdf descargable, con ejercicios sencillos para acompañarte en esos días en que sentís que tu chispa titila.

Descargar PDF

Ser coach es mi inspiración, mi fuente de energía, mi admiración. Ser coach es mi filosofía de vida.

Desde el coaching ontológico, ser coach no es solo una profesión, es una manera de habitar el mundo. Es comprometerse con una forma de observar la vida, donde cada conversación se transforma en posibilidad, y cada ser humano en un universo en expansión.

Ser coach es elegir conscientemente vivir desde la presencia, la escucha profunda y la empatía, acompañando a otros a descubrir lo que no veían de sí mismos. Es confiar en la capacidad del otro para crear nuevas realidades, nuevas formas de ser, hacer y estar.

Es vivir con la certeza de que el lenguaje crea mundos, y que a través de él, podemos abrir puertas que antes no existían.

Ser coach es mi manera de contribuir, de crecer y de trascender. Es una práctica diaria de transformación personal y relacional. Es, en definitiva, la forma más auténtica en la que elijo vivir.

Volver a mí: el poder de habitar mis silencios



Cada día es una oportunidad única. Una hoja en blanco que me invita, una vez más, a elegir cómo quiero vivir, cómo quiero ser, y qué historia quiero contar sobre mí misma.

Desde la mirada ontológica, vivir es un acto constante de interpretación. Construimos nuestra realidad a través del lenguaje, de nuestras emociones, y de los cuerpos que habitamos. Y es en ese espacio íntimo, cotidiano, donde empieza la verdadera transformación.

Hoy me encuentro en un día de silencio. No un silencio vacío, sino uno lleno de sentido. Un silencio que abraza, que me muestra lo que está oculto detrás del ruido externo y de mis propias narrativas automáticas. Es un silencio que me desafía, que me transforma y me invita a volver a mí.

Transitar este día desde la compasión y la amabilidad se vuelve un acto de amor propio. Escuchar lo que emerge en ese espacio interno, sin juicio, con sinceridad y presencia, me permite reconocer lo que está vivo en mí. Eso que no siempre sé nombrar, pero que pulsa fuerte.

En este camino, descubro que cada silencio también es lenguaje. Que el reencuentro conmigo misma es el primer paso para habilitar nuevas posibilidades. Para elegir con intención, para resignificar mi historia y darme el permiso de escribirla desde un lugar más auténtico.

Hoy es un día de introspección. Un viaje hacia mi propio refugio interior. Y desde allí, reconozco que el coraje no siempre se ve en lo externo: muchas veces se manifiesta en el simple acto de quedarme conmigo, de sostenerme, de habitar mi propia presencia.

Porque en cada nuevo comienzo, nace también una nueva versión de mí.

Y vos, ¿qué historia estás escribiendo hoy?
¿Desde qué emoción estás eligiendo construir tu día?
¿Qué silencio estás necesitando escuchar?

Tal vez hoy también sea tu momento de volver a vos.

¿Realmente fue tiempo perdido?


Durante mucho tiempo sentí que había perdido el tiempo. Que había estado dormida, funcionando en “piloto automático”, arrastrada por la inercia de lo cotidiano. Sin enfoque, sin dirección, sin sentido.

Pero hoy me detengo a mirar con nuevos ojos. ¿Realmente fue tiempo perdido?

Tal vez no.
Tal vez fue exactamente el tiempo que necesitaba para aprender lo que debía aprender. Tiempo de sueño, sí, pero de sueños profundos, de los que cuesta despertar, de esos que albergan respuestas escondidas tras capas de silencio.

Hoy desperté.
Desperté con un nuevo enfoque, con metas, con proyectos y con un propósito más claro. Y, sobre todo, con grandes aprendizajes que nacieron en ese aparente “tiempo perdido”, que en realidad fue tiempo vivido. Valioso. Necesario.

Comienzo a crear. A escribir. A reencontrarme conmigo misma, con mis palabras, con esa voz que tanto extrañaba: la que escribe, la que se abre en el cuaderno y da lugar a mis sentires, sin filtros, ni más ni menos.
Extrañaba profundamente encontrarme escribiendo una vez más.

Este ha sido un largo proceso de resignificación. Y hoy elijo contarlo. Porque reencontrarme con mi valor como persona ha sido el mayor aprendizaje. Reconocerme como un ser invaluable, con ganas de seguir aprendiendo, aplicando y compartiendo lo aprendido.

Hoy siento la fuerza de acompañar otros viajes. De sumergirme en aguas profundas, en rincones aún desconocidos.
La curiosidad sigue siendo un arma de doble filo, sí, pero sigo eligiéndola. Porque incluso en la oscuridad, hay luz por encender. Y yo quiero estar ahí, con mi linterna, lista para alumbrar lo que haga falta.

Ya es tarde. Hora de dormir… o de pensar bajo la luz de la luna.
Esa luna que ha sido testigo de tantas preguntas sin respuesta.
A veces solo surgen por ser recordadas.
Y hoy, una vez más, la noche se hace larga.
Las palabras regresan vivas, sabias, verdaderas.
Estoy recuperándolas. Estoy volviendo a leerme. Estoy volviendo a mí.

Gracias por estar aquí, conmigo.

Y a vos que estás leyendo esto…
Quizás también hayas sentido que perdiste el tiempo.
Que viviste en automático, desconectado/a de tu propósito, sin rumbo claro.

Pero... ¿y si ese tiempo también fue parte de tu aprendizaje? ¿Qué te enseñó?
¿Qué te está invitando a mirar de nuevo?

Como coach ontológica, te invito a hacer una pausa. A escucharte.
A permitirte el reencuentro con tu propia voz.
A resignificar tu historia.

Si sentís que este es el momento para iniciar tu propio viaje de transformación, me encantaría acompañarte.
El primer paso puede ser simplemente conversar.
Estoy acá para cuando lo necesites.

¿Qué elegís hoy?


A veces, la vida nos coloca frente a mares agitados, montañas inmensas o ríos tranquilos.
Y en medio de todo, siempre hay una elección.
Yo elijo el mar, porque su fuerza me recuerda que puedo sostenerme aun en medio del oleaje.
Elijo las montañas, porque su inmensidad me invita a trascender mis propios límites.
Elijo el río, porque su tranquilidad me enseña a fluir y confiar en el curso de la vida.

Elijo un té en silencio, para escucharme con atención y profundidad.
Elijo despertar con el amanecer, para honrar cada nuevo comienzo.
Elijo caminar, porque cada paso consciente es parte de mi viaje.
Elijo la lluvia, porque me nutre más que la tormenta que me agita.
Elijo cantar, para elevarme por encima de los problemas.
Elijo un instante con mis hijos, porque ahí habita lo verdaderamente importante.

Elijo una charla sincera, porque la autenticidad construye puentes duraderos.
Elijo leer, porque las palabras expanden mi mirada.
Elijo escribir, porque así puedo dar forma a lo que deseo expresar.

Elijo observar, porque la conciencia antecede a la acción.
Elijo el silencio, porque me permite ordenar mis pensamientos y emociones.
Elijo hacer, porque la acción es el puente entre el sueño y la realidad.

Elijo vivir, porque la vida es un regalo que se renueva a cada instante… y mi elección es honrarla plenamente.
Y vos,
¿qué elegís hoy para sostenerte, para cuidarte y para crecer?